En
un día tranquilo de invierno, en un humilde pueblo a los pies de una gran
montaña, el único sonido que se escucha en todo el poblado es el martilleo
procedente de la herrería local.
Después de un laborioso día de
trabajo, el herrero invita a su aprendiz a sentarse junta a él y compartir los
manjares, que con mucho cariño preparó su esposa. Durante la comida el herrero
pensó que sería un buen momento para que su aprendiz aprendiese una nueva lección.
— Muchacho, ¿conoces lo que es el
rugby?
— ¿Rugby, aquel deporte de brutos?
Ante las palabras de su aprendiz el
herrero suelta una gran carcajada que hace temblar los témpanos de hielo.
— Pues sí, aquel deporte de brutos
jugado por caballeros. ¿Sabías que, un buen herrero es parecido a un buen
entrenador de rugby?—el aprendiz arquea una ceja de asombro y deja continuar a
su maestro. — Verás, el objetivo de un buen herrero es convertir cualquier
material que se presenta en un arma letal; el objetivo de un entrenador de
rugby es convertir a cualquiera en un buen jugador, eso si no letal. Da igual
de que pasta estás hecho un buen entrenador saber cómo moldearte para
convertirte en algo grande. Al igual que muchos materiales de la herrería, que
requieren de más o menos preparación para ser un arma, lo mismo pasa con las
personas para convertirse en un jugador de rugby. Eso sí, como no de todo se
puede hacer un arma, también hay gente que no está hecha para el rugby. ¿Has
visto alguna vez algún partido?
— No — responde tímidamente el
aprendiz mientras intenta engullir un trozo pan.
— ¿En serio? Vives cerca de un
campo con tal fin y nunca te has acercado a ver a esos grandes hombres en
acción. Pobre ignorante. Pues el próximo fin de semana quiero que estés junto a
mí en el campo y admirar la grandeza de los quince magníficos.
>>Verás al zaguero, el último
bastión, si el cae se ha perdido una
batalla, pero no la guerra. Para asistir al zaguero están los alas, dos
magníficos atletas, que igual que las flechas, una vez lanzados vuelvan hasta
alcanzar su objetivo o chocar con algún obstáculo. Junto a los alas está el
tridente, tres grandes hombre, fuerte y rápidas, cuyo objetivo es romper con
rapidez la filas del contrario. La dirección en la que se lanza el tridente la
dirige el medio – melé, una pequeña bomba, que puede estallar en cualquier
momento, y cuando estalla es cono una señal para ocho bestias a ponerse las
pilas.
>>Para
acabar termino con las ocho bestias que juntos forman una estructura tan fuerte
como un ariete, la melé. Esta estructura la forma, en primera línea, una cabeza
de acero apoyada en dos pilares. Para ayudar a mover el gran ariete, la segunda
línea, la forma dos altos hombres. El resto de la melé lo forma tres jugadores,
que son como dagas, tienen que ser rápidos y precisos cuando la melé se
desmonta.
>>Juntos los ocho forman una
gran estructura estable, pero por separado van de tres en tres, y hacen
temblar la tierra y al oponente a su paso. Gracias a su trabajo el medio – melé
puede poner a los demás jugadores en juego. Todos en el equipo tienen sus
papeles, unos papeles escritos por un gran entrenador, que ha moldeado uno a
uno, juntos y por separado a los jugadores de un equipo de rugby. Tras cada
gran partido los dos equipos se reúnen en la taberna local y celebran ya sea
una victoria o una derrota, ya que cuando el árbitro da por terminado el
partido, poco importa a veces el resultado, si lo que se ha entrenado a salido
como se esperaba. ¿Entonces, estarás conmigo para verles?
El aprendiz se queda un momento
callado y de un salto y a pleno pulmón grita:
— Estaré allí para dar mi apoyo al
equipo…
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